viernes, 25 de septiembre de 2009

Sobre sucuchos.

Por Rubén Martínez Huelmo

Ya sabemos que el candidato a presidente Lacalle al referirse a la casa, al hogar donde vive José Mujica, una construcción de material y techo de chapa acanalada, muy linda, muy confortable, similar a miles y miles de las que existen en todo el país, en el ámbito rural preferentemente,opina que ese tipo de construcción es un sucucho.
Así nomás, un sucucho.

Parecería ser éste un asunto menor en el marco de la campaña electoral, pero creo que ello no es así y lo paso a explicar.

No todos podemos vivir en la calle Murillo, en pleno Carrasco, en ese bello y residencial barrio de Montevideo.

No sabemos cómo Lacalle llego a Carrasco, pero antes supo vivir en una casa de clase media en Pocitos y al finalizar su presidencia quizás habrá sacado el 5 de Oro y compró su humilde casita en Carrasco por 800.000 dólares, a lo que hubo que sumar arreglos posteriores por varios miles de dólares.

Qué le vamos a hacer, el hombre tuvo suerte y habrá sacado el 5 de Oro...

Pero ello no sería lo más importante. La cuestión es que faltan pocas semanas para el acto electoral del 25 de octubre, en donde con absoluto espíritu democrático todos debemos decidir el rumbo que le imprimiremos a nuestro país, a nuestra sociedad, y esto es lo que interesa.

Por ello es necesario evaluar si el estilo del lacallismo, ese estilo tan duro, tan aristocrático, tan VIP y tan frívolo que exhibe su principal figura es lo que necesita Uruguay para su futuro. En buena hora estas declaraciones se dan antes de la elección nacional, así la gente conoce mejor al candidato Lacalle. Queda de ese modo al descubierto su peculiar psicología de hombre que carece de un elemento clave para tallar alto, y ello es su carencia de grandeza espiritual y peor aún que con una arrogancia desafiante no quiere disimular siquiera su pequeñez, su resentimiento.

Cuando Lacalle dice de un hogar, de una construcción rural como tantas que se ven en la vuelta, que es un sucucho, esa definición despectiva es todo un programa político no declarado formalmente, representa toda una definición filosófica, que nos sirve para saber cuál es su verdadero estilo y el sentimiento con que mira las cosas, y ahí es cuando decimos que esa soberbia de clase superior, la que aflora permanentemente en sus actitudes y discursos, no puede ni debe llegar a la Presidencia de la República, por el bien de todos.

Nosotros apostamos por el ejercicio republicano y augusto de las instituciones, por ese sano y simple principio del artiguismo es que intentamos razonar junto a ustedes para que el gobierno del próximo quinquenio siga direccionado hacia las grandes mayorías nacionales.

Pero estamos en democracia y es competencia de todos definir con qué estilo se debe seguir gobernando nuestro querido Uruguay.

¿Cómo puede entender sobre los problemas de la gente una persona que cuando ve una casa con techo de chapa, un típico hogar criollo, se refiere a ese ámbito sagrado como "sucucho"?

¿Puede haber en la cabeza del presidenciable Lacalle tanto odio, tanta refracción y desprecio por los demás?

¿Cuándo Lacalle anda por ahí, repartiendo abrazos, ve en cada casa construida con idénticos materiales a la de Mujica, un sucucho? ¿Llegará a tanto la inmoralidad del ejercicio de la demagogia?

En las últimas horas Lacalle ha tratado de minimizar su dicho y define que vivir en una vivienda con las características a que aludimos es vivir en un estado "primitivo", y entonces es peor la enmienda que el soneto.

No descubro la pólvora si consigno que Lacalle está muy lejos de nuestro pueblo, esa es la razón por la cual su partido está anclado y avizoró además que al igual que en 1999 se transformará en el comandante de la derrota del Partido Nacional, como nos hizo recordar previo a las internas el Dr. Larrañaga.

Y quiero decir de la derrota del nacionalismo, pues siguen votando en el Frente miles de ciudadanos de tradición blanca, saravistas, oribistas, herreristas de Herrera, wilsonistas que por fuera del lema Partido Nacional asumen su ciudadanía, juntándose con otros ciudadanos de diferente matriz ideológica, en pos de los cambios necesarios para el porvenir de nuestra gente.

Da vergüenza ajena sentir a Lacalle cuando se expresa sobre la casa habitación del pueblo definiéndola como un "sucucho". Impacta su indolencia para con los problemas sociales a los que somete permanentemente a la frivolidad de una persona que nunca tuvo que trabajar, ni marcar tarjeta, que siempre ha vivido de la apariencia social.

Nos da pena por el Uruguay pensar que una visión tan regresiva pueda instalarse en la Presidencia de la República nuevamente, su tajante negacionismo sobre el avance social que produjo el Frente Amplio desde el gobierno ha prefigurado sin duda el augurio de lo que le espera al Uruguay si el candidato Lacalle llega a la primera magistratura.

De eso se trata esta elección, casi nada.

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