martes, 6 de diciembre de 2005

65º aniversario del No a las bases norteamericanas en suelo oriental.

Palabras del Diputado Rubén Martínez Huelmo en la sesión extraordinaria del 6 de diciembre de 2005, en conmemoración del 65º aniversario de la no instalación de las bases norteamericanas en suelo oriental.

SEÑORA PRESIDENTA (Castro).- La Mesa vuelve a solicitar el silencio necesario en Sala para poder escucharnos adecuadamente.
Tiene la palabra el señor Diputado Martínez Huelmo.

SEÑOR MARTÍNEZ HUELMO.- Señora Presidenta: nosotros habíamos dicho que, en el breve tiempo de que disponemos para hacer uso de la palabra en esta sesión, según el Reglamento, es muy difícil abarcar un tema de la vastedad que tiene la conmemoración que estamos haciendo en el día de hoy. A mi modo de ver, este asunto no incluye solamente el hecho de una interpelación de Eduardo Víctor Haedo al Ministro Guani, sino también toda una doctrina, amén del acto legislativo que significó aquella interpelación.

Quizás la síntesis de todo lo que estoy diciendo no radica tanto en esa obra del ex Ministro Mercader que fue mencionada, "El Año del León", sino en una publicación del año 1947 que produjo el Directorio herrerista del Partido Nacional -porque en aquella época había una separación en el lema de Oribe-, que fuera compilada por Carlos Lacalle, padre del ex Presidente Luis Alberto Lacalle. Dicha compilación se basa en los antecedentes referidos a esta doctrina a la cual hago mención. Precisamente, en el prólogo, Lacalle comienza diciendo que lo que fundamenta su obra -promovida, como dije, por el Directorio del Partido Nacional- era "la lucha contra las intervenciones franco-inglesas en el Río de la Plata (1838-1851)", es decir, en plena Guerra Grande, "la oposición a la intervención de los gobiernos del General Mitre y del Emperador del Brasil, que quieren integrar con el Uruguay la Triple Alianza", objetivo que consiguieron para la guerra contra el Paraguay desde 1863 a 1865. Finalmente, entre los fundamentos que figuran en el prólogo, el autor menciona: "la resistencia a la política intervencionista que busca subordinar las soberanías latino-americanas a los intereses internacionales del gobierno de Estados Unidos".

Quiere decir que no era solamente el tema de las bases. En la doctrina del antiguo Herrerismo, que lideraba el doctor Herrera, el asunto era más complejo y más vasto. Precisamente, uno de los pilares del siglo XX era la resistencia a la política intervencionista de los Estados Unidos de América en toda América Latina. En este sentido, el tema de las bases era, diría, la frutilla del helado, lo más conspicuo: siempre le dimos mayor trascendencia e importancia, por razones lógicas, ya que esas bases se pensaban instalar en nuestro país.

Alcanzaría con leer lo que figura en la página 254 del tomo 172 del Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores y que se menciona en el libro que he mencionado. Me refiero al Parlamento determinando cuáles son las políticas internacionales del país. Concretamente, se decía en el Senado: "Oídas las explicaciones del señor Ministro de Relaciones Exteriores, el Senado pasa a la orden del día, declarando que, en ningún caso, prestará su aprobación a tratados o convenciones que autorizasen la creación en nuestro territorio de bases aéreas o navales que importen una servidumbre de cualquier género para la nación, o una disminución de la soberanía del Estado". ¡Vaya si lo que determinó el Senado en aquella época tiene vigencia permanente!

Quiero decir que el doctor Luis Alberto de Herrera, a quien se lo ha mencionado un poco como el padre de toda esta doctrina, ya en el año 1902, en una gestión diplomática -cuando era Agregado en la Embajada en Washington, en tiempos en que Acevedo Díaz era Embajador en Estados Unidos-, advirtió que las naciones latinoamericanas permanentemente están expuestas a una intervención de fuerza por los Estados Unidos de América.

Este hecho de las bases no se circunscribe solamente a la interpelación. En el caso del doctor Luis Alberto de Herrera, fue una doctrina permanente, que marcó a fuego la política internacional de la República en todo el siglo XX y es una de las respuestas que Uruguay da siempre ante estos temas, basándose en los antecedentes que menciono. Esto es muy sintomático, aun en discusiones actuales.

Fue muy importante la presencia de Ángel María Cusano en la Cámara de Representantes; las definiciones de este prestigioso Diputado fueron de un alto interés político. Cuando en esta Cámara se suscitó aquel hecho, él se manifestó en contra de la imposición de bases norteamericanas en el Río de la Plata, que no iban a ser una, sino seis, comenzando desde Colonia hasta el departamento de Rocha.

Como digo, esto era una doctrina; tanto es así que el Herrerismo de aquella época era muy cuidadoso ante cualquier tipo de amenaza militar a cualquier país de América. En el primer mes del año 1941, en el Senado norteamericano, el Senador Smathers propuso anexar Cuba; por supuesto, entonces no estaba presidiendo el doctor Fidel Castro. Esto también prueba que en la política internacional de los Estados Unidos, desde los días de la independencia norteamericana siempre hubo una tesis anexionista sobre la isla del Caribe, gobernara quien gobernara. Eso está muy claramente expresado en el libro que compilara Carlos Lacalle en el año 1947, encomendado por el Directorio del Partido Nacional.

Esta actitud de algunos legisladores norteamericanos de anexar el territorio de Cuba mereció la furibunda negativa y la cerrada oposición no solo del Directorio del Partido Nacional, sino también de la bancada de legisladores del Herrerismo. No debemos olvidar que en aquella época -han pasado muchos años y podemos hablar desapasionadamente de estos temas- en el Partido Nacional no había una única visión en torno a las posiciones que prestigiaba el doctor Herrera y su mayoritario sector político.

Más que afiliarnos a la realización del homenaje, nos afiliamos a la recordación de un hecho importantísimo, como sin duda fue la interpelación de Haedo a Guani, y también a una doctrina que cuidaba de América Latina, que imponía la concepción intelectual y política de que Estados Unidos realmente era una amenaza para América Latina. Digo esto porque parecería que, desde hace tiempo, hay opiniones que sostienen que esa amenaza ya habría desaparecido y que, al día de hoy, Estados Unidos ya no sería una amenaza para nuestra América Latina. Esas posiciones que he escuchado en los últimos años son erróneas, están absolutamente equivocadas. Como ha dicho aquí un señor Diputado, actualmente el imperialismo no solo es militar y anexionista -como hemos constatado en tantas oportunidades en la política internacional-, sino que también camina por otros andariveles. ¡Hay que ver la cantidad de importantísimos acuerdos y tratados internacionales que Estados Unidos no suscribe! Estados Unidos no suscribe determinados aspectos del tratado relativo a la propiedad intelectual. Estados Unidos no suscribe algunos importantísimos aspectos que tienen que ver con políticas medioambientales. Estamos esperando que firme el tratado relativo a la diversidad cultural de la UNESCO, al que también se opone porque está muy vinculado con el de la propiedad intelectual. Tampoco firma la convención sobre los fondos marinos. Todo esto significa que Estados Unidos se siente por encima del derecho internacional.

Ese peligro que hoy constatamos a diario, de que un país de la envergadura y del poderío de Estados Unidos se sienta por encima del derecho internacional -lo hemos apreciado en varias oportunidades en las Naciones Unidas-, ya lo había advertido en 1902 el doctor Luis Alberto de Herrera, que sentía gran admiración hacia la sociedad norteamericana, pero, con una gran sensatez ante el desarrollo político y militar de esa nación, advertía sobre los peligros de su expansionismo.

Voy a terminar por aquí, señora Presidenta. Sería interesante abrir una discusión a la que pudiéramos venir con más elementos. Hoy, simplemente quiero ceñirme al homenaje y solo diré que mucho de lo que pasó en los años cuarenta da respuesta a muchas preguntas que nos hacemos sobre el porvenir. Creo que en eso radica la verdadera vigencia de toda aquella política antiimperialista que se promovió aquí, desde el Parlamento, y que honró a este Cuerpo. Además, creo que, como parlamentarios, hacemos bien en recordar a nuestros ancestros parlamentarios, a aquellos compatriotas que en un gran gesto de dignidad y patriotismo en aquella oportunidad dijeron no a la instalación de las bases.

Muchas gracias, señora Presidenta.

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