lunes, 22 de junio de 2009

Una de fantasmas, aparecidos y ánimas en pena.

Por José "Pepe" Mujica

Miro un rato de tele y descubro que no sólo estoy nombrado en mis modestos avisos, sino que aparezco con todas las letras en varias cosas de Larrañaga. Parece que el hombre es especialista en exterminar fantasmas y no hay pepe que se le resista.

Si quieren una manito, a las órdenes.

Puedo aparecer en sus avisos, poner cara de lobizón y hacerle “buuuuuuuu” a los que miran.
O si prefieren, puedo decir una síntesis de mi conocida propuesta para el Uruguay: quiero una sociedad de cazadores en taparrabos, sin secreto bancario y gobernada por un cacique demente, que haga huelga de hambre.
Así ahorrarían tiempo en publicidad, porque tendrían reunidas en una sola frase sus tres deformaciones favoritas de mi pensamiento.

Agarrar una frase suelta, no considerar los conceptos que la preceden ni los que la siguen, puede hacerle decir a quien sea cualquier disparate. Sobre todo si sos medio bocabierta, como yo, y estás siempre tratando de que la gente entienda asuntos relativamente complejos como:

1) la dependencia de la legislación interna de las presiones internacionales (secreto bancario);
2) la relatividad cultural de la felicidad humana (la tribu kung san); y
3) los pros y los contras de un estilo presidencial distante, versus los pros y los contras de un estilo de diálogo permanente con la ciudadanía, a través de palabras y gestos, aunque algunos sean medio teatrales (huelga de hambre).

Algunos colegas tienen en este terreno grandes ventajas, porque su tipo de comunicación hace imposible sacarlos de contexto: ¿cómo hacés para deformar una declaración que dice: “bla bla bla bla”? Agarres el pedazo que agarres, siempre es fiel a su pensamiento, siempre dice “bla”.

Un poco menos limpio, todavía, juegan unos muchachos de nuestra propia interna que me relajan sin nombrarme. Proponen “un presidente en serio” y un país que no esté “atado con alambre”. Esto me duele mucho más y no da para bromas.

Me gustaría saber quién les dio el carné de cultura universal y sabiduría infinita. Más que nada, me pregunto dónde aprendieron a despreciar de este modo la inteligencia de los demás.

Yo desafío a cualquier otro candidato a que compita conmigo a ver quién cometió más errores. Le doy ventaja y le gano igual.
Pero si no sos tonto o necio, los errores se transforman en aprendizajes profundos que te marcan para siempre. Así aprendí que la democracia es por lejos el mejor sistema que se ha inventado, así aprendí que no hay atajos al paraíso y así aprendí que la tolerancia no es una virtud de los débiles, sino todo lo contrario.

Cuando le erraste mucho, aprendés a desconfiar de tus certezas y a no avergonzarte de tener dudas. Y ahí es cuando pasás al frente, porque dejás de ser catedrático, te transformás en preguntón y quedás mejor vacunado para futuros errores. Ya lo dije en el Palacio: me gusta exponerme a la inteligencia ajena, a la cultura ajena, a la sabiduría ajena. Cuanto más ajena, mejor, cuanto menos coincide con mis pequeños saberes, mejor.

De saberlo todo, estoy recontra de vuelta y no se lo recomiendo a nadie: es malo hasta para la salud.
Esta es mi única y chiquita sabiduría.

Artículo publicado originalmente en: Pepe Tal Cual Es – 15/06/09

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