lunes, 6 de julio de 2009

Coincidimos plenamente.

El diario La República del día de hoy publica en su contratapa un artículo de la Politóloga Constanza Moreira con el que coincidimos plenamente y transcribimos, convencidos de que debemos reafirmar que por suerte hay algo que, citando a Constanza, "Se llama democracia y... La gente elige lo que quiere, y no lo que le digan que debe elegir."

El escenario del FA después de las internas.

Por Constanza Moreira


Esta semana hemos escuchado y leído innumerables análisis sobre el resultado de las elecciones del domingo pasado. La mayoría de ellos refiere a tres aspectos sustanciales de la elección: al de la participación electoral (cuánta gente fue a votar), al de los votos de cada partido y cada candidato, y al de la confección de la fórmula con la que cada partido competirá en la elección de octubre de 2009.

En primer lugar, hablemos sobre el porcentaje de gente que fue a votar. El resultado estuvo un poco por debajo de la participación electoral registrada en las internas de 2004 (46%), y bastante más de la registrada en 1999 (54%). Aun así, sigue siendo sorprendentemente alto, tratándose de una elección en la que no se decide ningún cargo nacional, y en la cual no es obligatorio votar. En la mayoría de los países que no tienen voto obligatorio, los porcentajes de participación electoral en elecciones en las que sí se votan cargos ejecutivos y departamentales, no alcanzan al 50%. Y si bien esto no es un consuelo para "mal de muchos", debe tomarse en cuenta para evaluar la cultura política de los uruguayos.

En principio, la cultura política "votadora" del uruguayo sigue estando presente, a pesar de que el sistema no la estimula mucho. La falta de facilidades que los organismos electorales competentes ofrecen para la renovación de la credencial cívica, el trámite del traslado, o el vencimiento muy anticipado en el año para obtener la credencial en los votantes por primera vez, nos muestra unas instituciones que piden mucho y dan bastante poco. No existió ni una sola campaña destinada a estimular el voto, ni siquiera a explicar en qué consistían estas internas, con la excepción de las pequeñas "cadenas" que realizó Andebu, pero que no ingresaron en los horarios centrales de los grandes medios.

Por otra parte, los locales para votar estaban muy mal acondicionados, poco preparados para los más ancianos y los discapacitados, y desafiaban a la más pura voluntad, en ausencia de cualquier estímulo institucional adecuado. Si nos queremos seguir jactando de la cultura política de los uruguayos, deberemos reflexionar seriamente sobre la falta permanente de incentivos que el sistema genera para que la gente se involucre en política. No todo puede ser una obligación cercada por innúmeras dificultades que debemos atravesar para cumplirla: el "voto que el alma pronuncia" debe ser un derecho garantizado con las facilidades que implica. Esto es algo que en la muy austera, exigente y poco amable cultura de los uruguayos (la del "sabremos cumplir"), debería ser revisado.

Estas consideraciones valen especialmente para el segundo aspecto, que es el de la participación electoral de cada partido. Aunque ya se ha dicho y repetido en casi todos los medios por parte de la mayoría de los analistas, huelga decirlo una vez más. La concurrencia a votar en las internas por parte de cada partido no es un espejo de cómo van a votar en octubre. Que el Partido Nacional haya sacado 45% de los votos o el Frente Amplio 41% no quiere decir que eso sea lo que obtendrán en octubre. Hay tres razones para dar cuenta de esto. La primera es la historia electoral de las internas de 1999 y 2004. En las internas de 2004 el Partido Nacional tuvo el 41% de los votos, el Frente Amplio el 42% y el Partido Colorado el 15%. En octubre, los porcentajes fueron de 35%, 52% y 10% respectivamente. Quiere decir que las diferencias son importantes y consistentes entre una elección y otra.

La segunda razón es que las encuestas ­que razonablemente han predecido todos los resultados desde 1994 hasta ahora­ muestran que la intención de voto por partido es bien diferente de lo que obtuvieron el domingo pasado. Antes de la elección, el FA mostraba una intención de voto de entre 43% y 45%, el PN de entre 34% y 38% y el PC entre 8% y 10%. Son números bien distintos a los de este domingo.

La tercera razón es la forma en que se distribuyó la participación electoral: mientras fue alta en el interior del país, en los distritos electorales que albergan más del 60% del padrón, Montevideo y Canelones, la votación fue baja. Y estos son los "bastiones electorales" del Frente Amplio.

La clave de la baja participación electoral en las internas está explicada básicamente por el comportamiento electoral de los frenteamplistas, o más bien, del "electorado potencial" del FA. La pregunta es: ¿Qué está pasando? Y ello tiene que ver con el segundo y tercer punto: quién ganó en cada partido y cómo se dirime la fórmula.

A una parte del Frente Amplio le costó aceptar la candidatura de Mujica a Presidente (incluyendo al propio Mujica). Claro está que al FA en su conjunto le costó menos aceptar esta candidatura que la de Astori, como muestran los números del Congreso y del domingo pasado. Una de las razones por las que costó es la misma hacia afuera y hacia adentro del Frente Amplio, y se trata del viejo "elitismo", presente en todos los corazones pero muy especialmente en el de las clases medias. Hay mucho escrito sobre eso, y especialmente en cómo eso funciona en la izquierda, donde las "clases populares" terminan delegando el poder en manos de una camarilla técnica, convencidas de su propia incapacidad para gestionar el partido.

La segunda razón para dudar de las bondades de la candidatura de Mujica estuvo dada por la idea, colindante con la primera, de que con Mujica no se ganaba la elección. No era que no les gustara Mujica: era que con él "no se ganaba". Además, por alguna razón, se pensó que con Astori sí. No hubo un solo razonamiento que pudiera fundar científicamente la justeza de esta afirmación. No hubo un solo dato en las encuestas que permitiera sostener esta hipótesis, ni ninguna previsión electoral razonable basada en ella. Así, los argumentos que no tienen fundamento científico se basan en "intuiciones" (olfato, experiencia, etcétera). Pero buena parte de las supuestas "intuiciones" no son más que prejuicios. Y son los mismos que anidan en el pensamiento elitista. Estos olvidan que para conquistar al electorado del país, primero hay que conquistar el del propio partido. Mujica lo hizo ya dos veces, y contra la voluntad de buena parte de las elites gubernamentales. Ganó en el Congreso y volvió a repetir victoria en la elección. ¿Se precisa algo más?

Al parecer sí, todavía se precisa más. Se precisa imponerle condiciones, cercarlo de equipos supuestamente "técnicos", sitiarlo con elites confiables (¿cuáles?), hacerle perder poder en la fórmula, antes siquiera de que la fórmula exista. Todo esto funciona como una suerte de "gabinete en la sombra", porque las negociaciones son secretas, funcionan por intermediarios, documentos escritos y reuniones cerradas.

La falta de confianza en las decisiones de las grandes mayorías, está, esta vez, afectando al propio Frente Amplio, en mucho mayor medida que al Partido Nacional, que no ha cuestionado ni una sola vez la virtud de tener un ganador que no representa, precisamente, el "centro" del partido. Tampoco Larrañaga lo sometió a condiciones, por más que su votación lo acercara más a su contendiente, que lo que sucedió en el FA. Si la gente eligió a Mujica, ¿qué se le va a hacer? Se llama democracia, y así resulta. La gente elige lo que quiere, y no lo que le digan que debe elegir. La idoneidad "técnica", la confiabilidad, la "gente preparada", nunca fueron el fuerte del Frente Amplio, que debió enfrentar siempre su condición de primerizo, amateur e impredecible, como enfrentó la mayor parte de las izquierdas de América Latina en su llegada al gobierno. Estos razonamientos sólo aíslan cada vez más al Frente Amplio de su propio electorado, y olvidan, por uno o varios días, que hay un montón de frenteamplistas (entre ellos, los que no fueron a votar) que quieren, por una vez en meses, escuchar que ya está bien, que ya pasó, que ahora hay un candidato y un vice (cualquiera sea), y que la cosa se va a poner a rodar, con todos juntos, hasta la victoria siempre.

Publicado originalmente en: La República – 06/07/09

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