lunes, 20 de julio de 2009

A quince años del atentado a la AMIA.

Palabras del Diputado Rubén Martínez Huelmo en el Acto organizado por el Comité Central Israelita del Uruguay, realizado el pasado 16 de julio en el Salón de Actos del Palacio Legislativo; como parte de las actividades recordatorias del atentado ocurrido un 18 de julio de 1994 en el local central de la Asociación Mutual Israelita de la Argentina, (AMIA), que dejó un saldo de 85 muertos y más de 300 heridos:


Apreciados amigos

Cada uno elige en que campo de la historia quiere, debe y tiene que estar.

Cada uno elige con que principios ha de transitar por la vida.

El Holocausto es un hecho cronológicamente multidireccional, su drama conecta la esencia del hombre, con todos los tiempos, el pasado, el presente y el porvenir.

El Holocausto es la razón de Nuremberg como acto de justica; de la Convención de 1948 contra el genocidio; de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 y de la Convención de Ginebra de 1949 así como de sus protocolos de 1997.

Quiero decir que el Holocausto ha formado gran parte de la moral contemporánea, como en el drama de la vieja crucifixión el ser humano construye nuevas leyes para sostener antiguos valores que hacen a la esencia de la vida humana. Por ello es que es insoslayable no empezar por el Holocausto cuando tenemos que hablar de un hecho aberrante como el atentado terrorista de la AMIA, cuyos autores conjugan los mismos antivalores que aquellos que apañaron y ejecutaron el Holocausto del pueblo judío.

En la historia todo tiene conexión.

Fue el celebre abogado judío polaco Rafael Lemkin, uno de los principales del núcleo de juristas europeos, que luego del genocidio armenio de 1915 constato que las Convenciones de la Haya de principios del Siglo XX, habían sido superadas cuando los Estados montaban aparatos de exterminio humano de manera sistemática, sofisticada y además se parapetaban detrás de la imposibilidad jurídica de que la comunidad pudiera interesarse siquiera por ese tipo de crimen.

El Holocausto reafirmo todas sus presunciones a Lemkin y, convenciendo a los principales liderazgos de la posguerra, logra concretar la idea de crear un sistema internacional que combinara las leyes internacionales, con las constituciones y códigos penales nacionales.

Es que durante la guerra ya se decía en las principales cancillerías aliadas, con respecto al horror que se sospechaba, que “algo habrá que hacer”, por lo tanto el mundo vislumbró la necesidad de avanzar en construir civilización y aunque muchas veces estemos tentados de pensar que ella no ha logrado avanzar mucho, flaco favor le haríamos bajando los brazos y negándonos a decir y manifestar en qué lugar de la historia queremos estar.

Por esa razón la tendencia que persigue el olvido y la negación del Holocausto lisa y llanamente no es de recibo, pues en si misma no hace más que abrir la puerta a otros genocidios o actos criminales de igual laya y por esta única razón debe ser rechazada en términos absolutos y radicales.

Pero como comentario al margen, pienso que el negacionismo del Holocausto implica una suerte de caricaturización dirigida no solamente a la comunidad judía.

El negacionismo pretende imputarnos a todos seamos o no integrantes de la comunidad judía, que somos absurdos, que hemos construido pensamiento y valores y un ordenamiento jurídico en pos de los Derechos Humanos de manera infundada e innecesaria, todo ello por que no hubo punto de arranque, o por lo menos con un desbordante sarcasmo se nos dice que no fue para tanto, que no reviste tanta gravedad aquello cuyo corolario llamamos Holocausto.

Y cuidado que esa manera de pensar no la emite solamente el presidente del Irán, hay un circuito perverso que llega de las profundidades de la historia occidental y que ha alimentando consuetudinariamente la expresión xenofobica del antisemitismo. Esa es la razón por la cual aquí en este, nuestro Parlamento tenemos grandes discusiones sobre estos asuntos. Es que habemos muchos que percibimos que muchos actores centrales van a la fácil que es darle como se merece, obviamente, al Presidente de Irán.

¿Pero cómo andamos con nosotros mismos?

No me voy a ir del tema, cuanto costo llegar a Mandela, a Obama, a Evo,..

Porque el racismo, la xenofobia, la discriminación racial, son flagelos interconectados que se retroalimentan entre si y muchas veces se sitúan en el marco de determinadas políticas que siguen ciertos gobiernos y estados, pero aceptemos que todos esas conductas infinitamente se alojan dentro del corazón de muchos seres humanos, envenenado sus almas y psicologías, por lo que creo que ello también hay que rechazarlo drásticamente.


Esto último formula cultura de antivalores, ¿quien no ha escuchado a nivel social chistes, groserías, humillaciones, sobre negros, gallegos, indios o judíos?

Esto viene de muy lejos, ya se ocupo del asunto ese gran pensador del siglo XX, que fue el Papa Woytila, en la Carta Apostólica de Juan Pablo II “Advenimiento del Tercer Milenio” en 1998, “Así es justo que, mientras el segundo milenio del cristianismo llega a su fin, la Iglesia asuma con una conciencia más viva el pecado de sus hijos recordando todas las circunstancias en las que, a lo largo de la historia se han alejado del espíritu de Cristo y de su Evangelio, ofreciendo al mundo, en vez del testimonio de una vida inspirada en los valores de la fe, el espectáculo de modos de pensar y actuar que eran verdaderas formas de antisemitismo y de escándalos”.

Estas incisivas palabras de Karol Woytila, el Papa polaco son una lección para todos, se sea o no cristiano, peros también confirman que durante siglos se abono una cultura de discriminación.

Por ello es necesario reforzarnos introspectivamente, ¿de que servirían los códigos universales que ratificamos en todos los parlamentos, si no creyéramos en sus bondades, en sus principios, en su sano juicio?, sin creer ellos serían letra muerta.

Por ello es que estamos aquí esta noche, no soy habitué del Comité Central Israelita del Uruguay sin embargo siento amistad hacia lo que el Comité representa.

Ya hace muchos años concurrí al Comité para exponer sobre la necesidad que el nomenclátor de Montevideo honrara a Raoul Wallenberg, y la Junta Departamental y la Intendencia poco tiempo después oficializaron tal designación lo cual me alegró mucho dado que fue un acto de estricta justicia histórica.


Hace muchos años que no nos veíamos, uds. saben que algunas cosas en el plano político personal cambiaron, pero quería decirles que mis sentimientos de amistad y solidaridad con el Comité Central siguen alojados en mi corazón.

Mis abuelos paternos bajaron del barco perseguidos por la pobreza y ese fue el caso de muchos de los presentes, el caso de la mayoría de los judíos llegaron también perseguidos por la pobreza y otro grupo enorme luego perseguidos por la tragedia familiar y el desgarro colectivo, huyendo de las secuelas de la guerra y la persecución.

Aquí todos se convirtieron en uruguayos y generaron la posibilidad para que la descendencia siguiera construyendo nuestro pequeño gran país.

Por lo tanto llegar a este recordatorio es hacerlo para solidarizarnos con las angustias y el dolor de la comunidad judía, a la que siempre consideramos queridos compatriotas.

Por esto que termino de expresar, siento que el comunicado del Comité Central Israelita de fecha 28 de abril tiene la lógica de la preocupación y la angustia elevada a la autoridad pertinente en virtud de lo acontecido en Durban II circunstancia que está en dominio de todos uds. y que con las excusas del caso el asunto se resolvió fraternalmente entre uruguayos, como no podía ser de otra manera ratificando nuestra Cancillería la clásica posición uruguaya en torno a los temas allí tratados y rechazando las declaraciones del Presidente de Irán.


No voy a ocupar por más tiempo el uso de la palabra, vuelvo al comienzo, cada uno sabe en que lugar de la historia quiere estar, nosotros como sociedad estaremos en la construcción de esos valores que construyen civilización país por eso el merito de esta recordación a los mártires de la AMIA, que nos encuentra como un haz humano en la defensa de los Derechos Humanos es decir en la defensa del camino correcto.

Fotos: Departamento de Fotografía del Parlamento del uruguay

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