jueves, 1 de julio de 2010

“Nuestra Cultura Masoller de todos los días”

Cuando en 1984 la noche más oscura entraba en sus instancias finales ante una nueva aurora democrática, a nadie se le ocurrió proponer un sistema político que innovara sustancialmente al que venía aplicándose hasta 1973.

Es que nuestro pueblo había entregado mucho, por construir una cultura política en donde “ningún habitante de la República sería obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe”, así como aquello de que “la soberanía en toda su plenitud existe radicalmente en la Nación, a la que compete el derecho exclusivo de establecer sus leyes”.

Como bien expresó hace muchísimas décadas un celebre dirigente político del Uruguay, los gauchos que nos dieron libertad no sabían si ella se escribía con “v” o “b”.

Pero con su lucha coadyuvaron en la historia general de nuestro pueblo, en profundizar principios fundamentales como aquellos otros que rezan que “nadie puede ser penado ni confinado sin forma de proceso y sentencia legal”, o que “la nación adopta para su gobierno la forma democrática, republicana y representativa”, y que “los gobernantes solo tendrán las facultades que les asignen la Constitución y la ley”.

En fin no vamos a proseguir sumando otras citas redundantes, las que concurrirían en el sentido de las mencionadas y que ponen de manifiesto que esa cultura pre-existente en nuestra conciencia nacional y popular fue el marco general del renacimiento a que hemos aludido al comienzo.

No podemos pasar por alto la propuesta de la dictadura cívico-militar plebiscitada en 1980, la que busco imponerse definitivamente, legalizando la égida del militarismo motinero y el reino de la Doctrina de la Seguridad Nacional pergeñada desde el imperio, y que uniformizo el accionar de aquellos verdaderos ejércitos de ocupación cuya resultante quedo materializada en el Plan Cóndor y en el saqueo continental.

Ante ello la nación, que se hallaba doblegada, pero no quebrada, se incorporó en un supremo esfuerzo por la negativa ante aquel acto de subestimación que cometió la dictadura, fracturando definitivamente la soberbia del feroz dictador.

¿Cuánta tradición participativa en pos de una institucionalidad civilizada y democrática hubo detrás de aquella hazaña popular?

Nosotros hemos dado en llamar a ese antiguo proceso cultural del que somos parte “Cultura Masoller”.

Es que Masoller como hecho histórico fue una bisagra en la génesis política e institucional de Uruguay.

Importante en si misma, pues condensó sus antecedentes políticos, pero mucho más por lo que generó a posteriori pues como todo hecho de significación tenía y tiene aún, enseñanzas intrínsecas que por lo dolorosas se hizo necesario considerarla una etapa a superar, desde el punto de vista de una construcción histórica de la sociedad uruguaya más justa y que por lo tanto potenciara una convivencia pacífica duradera.

Y así fue como los contendores del aquel infortunio fueron estableciendo nuevos principios que se radicaron en la Reforma Constitucional de 1917 y la legislación electoral de 1924 y 1925, las que junto a otras normas abrieron camino a la pacificación y a la construcción de un camino democrático que alumbrará una mayor justicia social.

Aquella historia dejo secuelas y experiencias dramáticas que la nación supo canalizar, en la medida de sus posibilidades, sabiamente.

Es más que obvio que lo que venimos señalando es patrimonio y sinónimo de Uruguay y de quienes aquí habitamos.

Ello no puede ser entendido de otro modo, so pena de minimizar nuestra evolución política e institucional y pretender sustraerlo a la nación.

Por ello nuestra participación política siempre esta encaminada a desarrollar la impronta que surge de Masoller y su interpretación ante la posteridad como verdadero codo de la historia contemporánea del Uruguay.

Nadie se puede sentir agraviado por estas ideas que tratamos de conjugar con lealtad y sin sentirnos dueños de la historia del país.

A ella, con sus luces y sus sombras, la comprendemos y entendemos como uno de los más importantes instrumentos del que disponemos todos los uruguayos, para libremente otear el futuro de nuestra patria, pero siempre conectados al mejor espíritu nacional.

R. Martínez Huelmo – 2007 -


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