lunes, 1 de junio de 2009

Gobierno: renovación y continuidad.

Por Eduardo Bonomi


El ojo que ves
No es ojo porque lo veas
Es ojo porque te ve.
Antonio Machado

Siempre me llamó la atención la capacidad de síntesis de Antonio Machado, quien, en pocas y poéticas palabras, expresó lo que a los filósofos le llevó mucho más tiempo y espacio: expresó la necesidad de poner de pie la realidad que, muchas veces, se nos presenta de cabeza, dada vuelta, invertida y nos obliga a un esfuerzo muy grande poder interpretarla. A algunos les cuesta más, otros quedan a medio camino, otros no lo comprenden nunca.

El Fitito que ves…
¡No hay caso! Ni en las metáforas nos ponemos de acuerdo.

El Fitito que ves puede ser mucho más de lo que parece. Quizá por su gran popularidad, quizá porque para la gente parece mucho más accesible que otros autos, quizá porque está más cerca del trabajo, quizá porque gasta menos, quizá porque pocas veces te deja a pie… Por algo, en el mundo, los Fititos se vendieron como quinientas veces más que las Ferrari.

No sé, hay muchas razones para andar en Fitito.

Tampoco parece conveniente andar haciendo comparaciones que después hay que salir a explicar, como los contenedores de basura; ni hay que andar destratando a los que, en caso de que gane otra opción, habrá que convencer para que, en lugar de rechiflarse por el mal trato recibido, vayan y voten tranquilamente, por lo alto y con el olvido fácil…

No hay que olvidar que hay mucha gente a la que la Ferrari, más que un símbolo de fortaleza, le parece un símbolo de lujo y de opulencia.

De todas maneras, el Fitito sigue caminando y avanzando entre la gente.

De equipos y colaboradores
No parece haberse calibrado el alcance y la calidad de quienes participaron o adhirieron a la presentación realizada en el Palacio Legislativo, hace pocas semanas, cuando Mujica afirmó que, en caso de ganar, iba a gobernar con el equipo del Frente Amplio. No se trata de la ausencia de un equipo: se trata de cómo se conciben los equipos de trabajo de una organización como el Frente Amplio. Sería bueno que, en lugar de usarlo para la polémica, se reconociera el concepto manejado.

Entre otras cosas porque, si en lugar de decir cómo se va a relacionar con sus propios colaboradores o con el equipo del FA, Mujica hubiera dicho que el eje de su trabajo sería ese grupo que se presentó en el Palacio de las Leyes, se hubiera afirmado o respondido: "claro, se sienten ganadores y le pasan por arriba a todo el FA…"

Hay de todo en la viña del señor. Pero sería conveniente que, en los debates entre compañeros, se discutiera por lo alto, con lo que realmente se dijo: con el espíritu, la esencia o el cerno de lo que se afirmó, y no que se lo deforme para rebatirlo mejor, porque, en realidad, se lo estaría rebatiendo mal, y de la peor manera: se estaría discutiendo con la caricatura, y no con el pensamiento real. Se estaría discutiendo con el ojo que ves y no con el ojo que te ve.


La continuidad de los puentes
Hemos venido afirmando, también lo voy a hacer ahora, que nuestro programa es el programa del Frente Amplio. El que se aprobó en el Congreso que se realizó a fines del año pasado. Esa es nuestra propuesta, entre otras cosas porque las propuestas que teníamos las llevamos al Congreso, se trataron en él y la inmensa mayoría fueron aprobadas. Ahora no tenemos que estar inventando otras. Incluso las propuestas que no hicimos y se aprobaron en el Congreso son las nuestras.

Tenemos un buen paquete de medidas para gobernar y realizar nuestro pensamiento. Sin embargo, si tenemos que destacar algunos conceptos entre todos los que se aprobaron, destacaríamos cuatro o cinco: el país agrointeligente, cambios culturales para el desarrollo del país productivo, País productivo e integración regional, Uruguay seguro, Reforma del Estado…

Nada de esto, empero, significa una ruptura con lo que se hizo o con lo que se viene haciendo. Por el contrario, significa consolidación, continuidad y profundización. Pero la consolidación y la continuidad requieren nueva planificación: significa presupuesto nuevo que permita construir nuevamente, significa nuevo punto de partida, aunque ese punto de partida se base en lo que se ha hecho antes, se apoye en lo que se ha hecho antes, como debe ser.

Esto, de alguna manera, supone que la derecha no pueda decir: "si piensan esto que dicen porque no lo hacen ahora que son gobierno…" No lo puede decir, porque un cambio en el cambio, aun cuando ese cambio esté previsto, necesita un nuevo punto de partida, que se tiene que ubicar, necesariamente, en el nuevo gobierno, en el nuevo presupuesto.

Tampoco, por la misma razón, se puede tomar un cambio en el cambio cómo una crítica desde la izquierda a lo que se venía haciendo. Simplemente por la misma razón que manejábamos en el párrafo anterior: ni con un cambio de ministro en el mismo gobierno se puede ir mucho más allá que lo que se planificó al comienzo del gobierno. Por algo Tabaré Vázquez cuando era candidato y recorría el Uruguay, a lo largo y a lo ancho, pedía que no lo votaran quiénes pensaban que los males del país se podían arreglar en un mes, un año o un período de gobierno. Se trata de un proceso, decía, que puede llevar dos o tres períodos de gobierno. Un proceso en el que tiene que haber continuidad y renovación.

Cambios culturales
Sobre este tema Mujica viene hablando reiteradamente: es uno de los ejes de la campaña.

No es una propuesta. Es uno de los grandes temas a encarar en el nuevo gobierno y, de alguna manera, le sale al cruce a cualquier planteo –que descuento que no se va a producir dentro del FA- que pueda aparecer cuando se dice que hay que recortar el gasto…

Y tiene sus fundamentos.

Es tentador el discurso de enfrentar la pobreza con la cultura. Muchos sectores de la derecha caen en ello, pero también sucede dentro de las filas del pueblo. Ese discurso sostiene que, mientras tengamos pobreza, no se debe invertir en cultura.

Si un gobierno sólo invierte en dar de comer a la gente, podrá eliminar, circunstancialmente el hambre, pero no podrá evitar ir hacia el mañana con un pueblo culturalmente carenciado... Y esa es la peor de las condenas, porque puede significar el hambre por siempre.

Alfabetizar, educar, promover la cultura y el acceso al conocimiento, es la tarea de todo proyecto que se precie de revolucionario. Y si ese proyecto tiene aspiraciones y objetivos de construir y consolidar un país productivo, deberá partir de la premisa de que los cambios son esencialmente culturales: hay que construir y consolidar una nueva cultura del trabajo, y no son los proyectos economicistas los que desarrollan el país y su cultura.

La cultura de un país también determinará su desarrollo y su consolidación económica.

Es imprescindible, por lo tanto, democratizar el acceso a la educación y a los bienes culturales. No pueden ser privilegio de unos pocos, porque es un derecho de todos y una obligación del Estado garantizarlo.

El pensamiento, entonces, de oponer la pobreza a la cultura, es el pensamiento que refiere a la cultura dominante, hegemónica, empecinada en avanzar en una campaña de destrucción masiva de cuanto diferente se oponga a sus intereses, y con la experiencia de saber que a la dominación económica hay que acompañarla de la dominación cultural.

País productivo e integración regional
Un modelo de desarrollo necesita un modelo de integración y de relacionamiento internacional. Y, a la vez, la integración es impensable sin un proyecto de país, y sin un modelo de desarrollo nacional que exprese, claramente, uniformidad en el objetivo final del proyecto y los valores culturales.

Integrarnos sin tener claro qué queremos ser, y dónde queremos que el país esté dentro de 10, 20 o 50 años es un ejercicio completamente inútil.

La concepción de inserción internacional requiere un modelo de desarrollo nacional, y además una visión de la política en cuanto a generar lineamientos políticos y traducirlos en acciones concretas para dos, tres o más períodos de gobierno.

La integración no constituye, ni puede constituir, un juego suma cero en términos comerciales, dado que esta visión limitada es absolutamente insuficiente para atender todas las variables que tienen que ver con la instrumentación de un proyecto, que apunta a consolidar una nueva visión de los vínculos, la estructura y el funcionamiento de las relaciones entre los países.

Por otra parte, es impensable ingresar a un proceso de integración, sin políticas claras en materia económica, monetaria, inversiones, comercio, cultura, educación, pobreza, medio ambiente, impuestos y turismo.

Porque nuestro problema no es, solamente, financiar el funcionamiento del Estado: nuestro problema es la colocación de nuestros productos, y mantener las ventas al exterior. Cuando hablamos de integración, y cuando hablamos de política exterior, no podemos sustraernos a lo que somos como país. Si como país somos esto que somos, no podemos esperar tener otro marco de integración, ni otro contexto de inserción internacional con otros aliados estratégicos. Fundamentalmente, porque los aliados estratégicos se buscan (y se encuentran) sobre la base de intereses comunes y complementarios.

Si el único interés común que podemos ofrecer a nuestros eventuales aliados son nuestros recursos naturales, entonces nuestras alianzas estarán edificadas sobre la compra de los frigoríficos nacionales, de las arroceras, de las curtiembres y de la instalación de algunas plantas de celulosa:

Si no tenemos capacidad de identificar nuestras posibilidades internas y, entonces, no sabemos cómo construir un país productivo.

Si no atacamos el deterioro progresivo de nuestros recursos humanos y de nuestras instituciones de educación.

Si no revertimos el proceso creado a partir de la corrosión de nuestras estructuras sociales.

Entonces nuestros procesos de inserción internacional y de integración serán cada vez de menor calidad, expuestos a la colocación sólo de materias primas y productos de transformación primaria, con cada vez menos posibilidades de proveer valor agregado y mano de obra de calidad.

En estos cinco años de gobierno hemos iniciado un proceso y hemos mejorado sustancialmente la situación, pero en los próximos cinco años tenemos que mantener y profundizar el proceso.

El primer elemento de análisis, para un país que hace su inserción internacional, pasa por la gestión del gobierno en ese momento determinado, sus leyes y regulaciones de política económica y comercial, su política monetaria y fiscal, sus controles en materia de inversión directa, leyes de competencia, situación impositiva, situación energética, logística.

El punto de partida de la estrategia se realiza a nivel nacional, incluyendo el funcionamiento y estructura de su sistema de negocios y de producción. Este análisis es el primero que se debe hacer para medir la conveniencia o no de los vínculos con otros países.

Desde el punto de vista productivo, de agregado de valor y complementación, la región es estratégica, debemos madurar nuestras demandas concretas, presentando propuestas viables atendiendo la realidad del país y de la región, para lograr nuestros objetivos del país productivo.

Sin reconocer estas realidades y estos aspectos nuestro proyecto país no es sustentable, y nuestra integración estará limitada. Por eso, un elemento diferencial, nuestro, está ubicado en el desarrollo de una política de integración regional y de inserción internacional, apoyada en un proyecto de país productivo, agrointeligente, con un programa de cambio cultural para hacerlo posible y sustentable...

Estos conceptos, ciertamente, forman parte de nuestro pensamiento. Forman parte, además, del pensamiento del Frente Amplio. Puede haber matices, pero –si los hay- son los temas sobre los que vale la pena debatir.

Artículo publicado originalmente en: Pepe tal cual es: la página oficial de Pepe Mujica - 23/05/2009

Fuente de la foto: http://www.pepetalcuales.com/pagina_oficial/articulo/14/

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