viernes, 11 de mayo de 2012

Lucía y el gato sobre la mesa







Debo confesar que las declaraciones de Lucía Topolansky vinculadas al rol de nuestras fuerzas armadas, en principio me han causado cierta contrariedad.
Como soy políticamente liberal, desde siempre me he afiliado al ideal o principio que pretende una fuerza militar neutra, profesional y sin vinculación partidaria de tipo alguno y sujeta al imperio de la Constitución y la Ley.
Sin embargo las palabras de Lucía y el griterío que sobrevino, más los rasgados de vestiduras de tantos calumniadores, me impulsan a examinar más detenidamente sus declaraciones.
En primer término debo afirmar que el Frente Amplio ha respetado esos principios como nadie lo ha hecho antes, incluida Lucia Topolansky como jefa de sector, más allá de su opinión particular.
En segundo lugar es claro que el principio de la neutralidad, de la profesionalidad y apoliticidad de la fuerza militar no ha sido un principio consumado nítidamente en la historia del Uruguay.
Es que nuestra historia particular, como país, demuestra la distorsión sobre el principio a que venimos aludiendo.
Quienes se visten con la apariencia de un principismo inmaculado no nos pueden engañar.
El Ejército uruguayo se consolidó en los esteros del Paraguay en las acciones de la Guerra de la Triple Alianza y desde esa experiencia se proyectó su futura organización profesional.
Fue en la época de Don Lorenzo Batlle que se acuñó aquello del “ejército con banderita al tope” que sirvió a los propósitos de un determinado partido tradicional.
Ese sistema procesado por el liberalismo del siglo XIX se prestó a infinidad de excesos, incluyendo todo un período denominado “militarista” cuya influencia avanzó largo en el siglo XX.
Al punto tal que la oposición, hasta 1930, guardaba su propio escalafón militar, elemento residual del tiempo en que el partido opositor tenía su propio ejército, como garantía existencial.
A la salida de la guerra de 1904, el país comenzó a recorrer dificultosamente la etapa de pacificación, en un Uruguay herido y dividido en dos parcialidades irreductibles.
El ideal liberal de fuerzas militares neutras, profesionales y apartidarias no nos consta que haya concretado alguna vez en términos absolutos, aunque tenemos la sensación que en determinado momento, -en la post guerra 939-945 -, el sistema político nacional creyó haber llegado a ese estado.
Sin embargo, en un escenario de bipolaridad mundial marcado por la “guerra fría”, se permitió que nuestros militares concurriesen a “estudiar” a la Escuela de las Américas, lugar donde los predispusieron ideológicamente para la etapa de la Doctrina de la Seguridad Nacional, barrer con todo y convertirlos en un ejército de ocupación, como bien definió Wilson Ferreira Aldunate desde su exilio.
Y se vino la dictadura y fueron muy pocos los miembros de nuestras Fuerzas Armadas que se mantuvieron solidarios, fieles al régimen institucional que encomienda la Constitución. Los buenos liberales y los demócratas deben tener siempre presente sus nombres.
Quiere decir entonces que la partidización y politización en el seno de nuestras Fuerzas Armadas fue moneda corriente desde siempre, o sea que ha sido un factor histórico.
Todos conocen que la Senadora Lucía Topolansky no se formó ni filosóficamente ni políticamente en la escuela del liberalismo político.
Pero ella y el grupo en el cual militó desde siempre al igual que todos los uruguayos hemos contribuido a reconstruir la democracia nacional.
A decir de nuestro profesor Methol Ferré, luego de 1985 todos hemos aprendido a ser un poco mejor liberales.
En realidad los dichos de Lucía conllevan un enorme desafío y profundas interrogantes, sus palabras están buscando la garantía y salvaguardas para la convivencia nacional, se esté o no de acuerdo con ellas.
A ello nadie puede ser ajeno, esto involucra fundamentalmente al sistema político y también a nuestras Fuerzas Armadas.
En los últimos años sentimos que el viejo principio liberal regresa fortificado por los errores del pasado, y podemos dejar establecido que el Frente Amplio, todo, lo transita como un bien garante de mejores tiempos.
En buena hora “el gato que Lucía tiró sobre la mesa”, será útil para discurrir sobre un tema muy serio para la vida política nacional, pero sin histrionismos ni hipocresías. La historia, como siempre, es esclarecedora.
  
Por Rubén Martínez Huelmo- E609, Participación Masoller

2 comentarios:

  1. Compañero, acá los milicos siempre defendieron a las clases poderosas y le dieron palo al pueblo.

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  2. gerardo circelli15/5/12 12:17

    como siempre, Ruben, tus comentarios son muy esclarecedores. sé que para ello, te has metido en el tema, hurgando en libros para tener una fuente de asesoramiento.
    Felicitaciones, Ruben. Continúa así, y en las próximas, al Senado de la República

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